Nada más llegar a Chuchini Lodge, me tocó empezar a trabajar inmediatamente. Al principio, acompañé al jefe, Ibis, y traduje todo lo que decía del español al inglés. Tuve que memorizar y aprender muchas cosas los más rápido posible. Al cabo de unos días, ya me confiaron las primeras excursiones, que llevaba de forma independiente. Tenía muy poco tiempo libre y lo dedicaba casi siempre a seguir aprendiendo. Pero no todos los trabajos de guía turístico son iguales. Chuchini es una pequeña empresa familiar y, además de mostrarles a los turistas los alrededores, me tocaba ayudar en todo lo que pudiese. La flexibilidad es un aspecto importante, ya que el trabajo acababa a diferentes horas y también era dinámica la hora de comer. Todo dependía del número de huéspedes.
Mi jornada laboral típica era así: empezaba a las 7 de la mañana, con la limpieza del comedor y la preparación y el servicio del desayuno a los huéspedes. Les daba los buenos días y les informaba sobre la programación del día. Tras mi breve desayuno entremedias, me tocaba preparar el almuerzo, el cebo de pesca y todo lo que tuviéramos que llevarnos en el barco. Luego, me aseguraba de que los turistas llevasen todo lo que iban a necesitar y nos montábamos en el barco. Les explicaba la flora y fauna del río Ibaré mientras buscaba animales continuamente. En algún momento, veíamos los delfines de río (en Bolivia los llaman bufeos), que son muy interesantes, y también veíamos osos perezosos y monos. Las miles de especies de pájaro que hay ni las nombro.

A orillas del río Mamoré, un afluente del Amazonas, nos dábamos un baño de barro y nadábamos en el río, mientras los turistas seguían allí, preparaba el almuerzo para todos con mi compañero. Por la tarde, nos movíamos a otro lugar y nadábamos y pescábamos pirañas, mientras buscábamos más animales. Durante el viaje de regreso, les instalaba hamacas en el barco a los huéspedes y servía fruta y bebidas. De vuelta en el Chuchini Lodge, Miriam, la jefa, nos esperaba con un zumo de fruta recién exprimido y anunciaba sobre el programa nocturno. Mientras los huéspedes descansaban o se duchaban, me tocaba destripar el pescado y ayudar a servir la cena. Luego cenaba algo rápido y me preparaba para la salida.

En cuanto terminaban todos de comer, les daba una breve charla y los llevaba al barco en la laguna. Allí buscaba caimanes y otros animales. El piloto del barco navega casi a ciegas, solo con la ayuda de las órdenes que le daba con la linterna. Aquí es importante cooperar bien, de lo contrario podríamos chocar con algo o, al menos, resultaría bastante incómodo para los pasajeros.
Cuando veo un animal, intentaba estimar su tamaño e indicaba al piloto que se acerque. A mí me tocaba atraparlo con las manos (lo que suele salir bastante bien). Con el animal en mano, primero, comprobaba que estuviese sano y bien alimentado. A veces tenía que retirar objetos extraños, como púas, espinas de pescado o sanguijuelas, de la boca de los animales jóvenes, porque podrían ahogarse con ellos. Después, les contaba a los huéspedes algo sobre estos fascinantes animales y, si teníamos suerte, encontraba una o dos especies más.
Para mí es esencial explicarles a los turistas por qué capturamos, mostramos y volvemos a soltar a los animales. Básicamente, se debe a que los cocodrilos (de varias especies, incluidas las amenazadas) suelen ser cazados furtivamente y vendidos a restaurantes y tiendas de souvenirs. Para mí, también es importante intentar quitarles el miedo ante los caimanes y establecer una relación emocional con la especie mediante el contacto físico directo. No se trata solo de un espectáculo para hacerse fotos con los caimanes, sino de educarlos. Una vez concienciados, es de esperar que la gente se lo piense dos veces antes de pedir animales cazados ilegalmente en un restaurante o llevarse un souvenir de recuerdo. Regresamos a Chuchini Lodge entre las 21:30 y las 22:30. Me solía quedar un rato más respondiendo alguna que otra pregunta antes de irme a la cama.

Sí, los días son muy largos y no tengo mucho tiempo libre, pero me gusta mucho el trabajo. Me fascina descubrir algo nuevo cada día, a pesar de que haya cierta rutina, porque estar siempre en la naturaleza es maravilloso. También me encanta ver que los huéspedes se van satisfechas y nos cuentan lo mucho que han disfrutado la estancia y todo lo que han aprendido. Por supuesto, en Chuchini ofrecen diversas actividades: además de la observación de la naturaleza en el río, hacen senderismo, tienen una sencilla tirolina, ofrecen rutas en bici, pesca y equitación, y tienen su propio museo. Hay variedad para mí como guía y, por supuesto, para los turistas.
Chuchini Lodge consta de 300 hectáreas de terreno privado y sus propietarios llevan comprometidos con el ecoturismo y la protección de la zona en lo referente a su flora y fauna desde 1972. Prohibieron la caza y, desde entonces, ha aumentado el número de animales salvajes, lo que también se aprecia claramente en las cámaras trampa por las que a menudo pasan jaguares y pumas. En Bolivia, Chuchini se considera la alternativa turística de la selva, que, a diferencia de Rurrenabaque, no está masificada. Después de mi partida, instalaron un sistema fotovoltaico y ahora tienen electricidad permanente.
Durante mi estancia en el Chuchini Lodge, aprendí mucho de Ibis, que creció allí y ahora es el propietario y director. Hasta entonces había tenido poco contacto con el sector hotelero y de la restauración. Tuve que aprender que se necesita mucha cubertería y que hay una forma correcta de colocarla; yo, que suelo comer solo con cuchara. También aprendí que la comida se sirve por un lado y que las limas hay que cortarlas de tal manera que no se corten las semillas para que no queden amargas.
Luego están las diferencias clásicas con Suiza, como tener que limpiar toda la vajilla antes de usarla y tener que extremar la higiene continuamente. Las circunstancias en la selva sudamericana son sencillamente diferentes a las de Suiza. Tampoco hay lavavajillas ni electricidad permanente. Había electricidad sólo por la noche con un generador, pero bueno, durante el día, como estábamos por ahí, tampoco la necesitábamos. Los huéspedes se quedaban de media unos tres días.


En total, trabajé en Chuchini durante casi tres meses y aprendí mucho. Es fascinante ver animales tan exóticos como jaguares o águilas harpías en su hábitat natural. Por supuesto, también me mordieron una piraña y una serpiente, pero mereció la pena. Salvé a la joven boa de un incendio y la piraña frita está deliciosa.
También me pareció muy interesante la interacción con los huéspedes. Cada uno tiene su historia y su trasfondo. Me encantó trabajar con los niños y jóvenes, ya que suelen ser curiosos y estar motivados para aprender y probar cosas nuevas. Por supuesto, hubo turistas más y otros menos divertidos. También comprendo mejor ahora a los empleados del sector turístico. Ahora puede que sea más tolerante o que algo me moleste incluso más, depende de la situación.