Cerca de Samaipata en Bolivia a 1920 m s. n. m, justo donde ya no crecen árboles grandes, hay una roca inmensa. En 1998 fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Se considera la roca tallada más grande del mundo, producto de la mezcla de cuatro culturas a lo largo de los siglos: el Fuerte de Samaipata.

Llegada al sitio arqueológico
Una carretera empinada sube la ladera del cerro. En algunos sitios hay piedras en medio que han debido de caer con la última lluvia; se pasa un río; y se llega al centro de visitantes. Básicamente es un aparcamiento, un baño y una cabaña donde se compra la entrada. Hay alguna que otra obra sin terminar dejando un claro contraste ante lo que consiguieron construir las generaciones anteriores.
Al borde de los Andes
La visita al sitio arqueológico comienza con la subida a la cima, desde donde se pueden apreciar las vistas panorámicas de las altas cimas de los Andes y la tierra baja de Santa Cruz. Esta zona subandina se encuentra al pie de la cordillera de los Andes, que alcanza su punto más alto en Bolivia en el volcán Nevado Sajama (6542 m s. n. m.).
Culturas que habitaron el Fuerte de Samaipata
A diferencia de la Amazonía, en el altiplano andino se sabe de la existencia de civilizaciones complejas desde hace mucho tiempo. Un claro ejemplo de estas culturas lo encontramos en el Fuerte de Samaipata.
Desde arriba vemos la roca tallada en todo su esplendor. Los chané, provenientes de las Guayanas, tallaron los primeros grabados rupestres entre los siglos X y XV. Convirtieron la roca en su centro astronómico y ceremonial dedicado a la deidad lunar, para ello reflejaban el cielo en el agua que quedaba estancada en los grabados de la roca.

Los incas llegaron en el siglo XV, se aliaron con los chané y añadieron sus figuras zoomorfas, como felinos y serpientes, a la roca. También tallaron nichos para los sacerdotes y, probablemente, momias. Los incas agrandaron el recinto construyendo edificios en la ladera sur.
Durante el recorrido se pasa por casas incas y se aprecian también las huellas chiriguanas (provenientes de las tierras bajas), que derrotaron a los incas, y las casas de estilo andaluz que dejaron los españoles a partir del siglo XVI.
Sitios para reflexionar

Visitar un sitio arqueológico como el Fuerte de Samaipata es una experiencia que invita a la reflexión. Siento la piel de gallina al pensar en las personas que han transitado por ese mismo lugar, imaginar sus historias y los secretos que guarda a buen recaudo la roca. Además, comprender lo diferente que era la vida en el pasado es un verdadero privilegio. Estos lugares nos ofrecen la oportunidad de conocer etnias, culturas e ideas nuevas y, quizá, entendernos a nosotros mismos un poco mejor.