Un lamento sobre los momentos menos agradables de un viaje.
Viajar no es irse de vacaciones. ¡Ojalá lo fuese! Entonces no tendríamos que lidiar con todos los problemas de los que se huye en vacaciones. Además, en casa sería menos agotador o, mejor dicho, más predecible. Sin embargo, los problemas surgen cuando quieren y, a veces, desearíamos tenerlos en casa, porque entonces no serían problemas.
Cambiar un simple tornillo

En casa, cosa de minutos: solo hay que ir a la ferretería o pedirlo por Internet si es una pieza algo especial. Y, en un santiamén, se cambia. Nada de conducir días hasta llegar a una ciudad más grande. Nada de pasarse horas recorriendo tiendas. Y al final resulta que esa pieza no existe en el país, o peor, solo en pulgadas lo que no nos sirve.
O la eterna búsqueda de un riel Keder. Un sistema común en las furgos europeas ¡Nadie lo conoce en Latinoamérica! Pero nosotros hemos hecho un estudio de mercado de todos los perfiles de aluminio por haber desde Ecuador hasta Costa Rica, pero no hemos encontrado ningún sistema similar. Ni uno que pudiésemos adaptar.
¿Y por qué no pedirlo por Internet? Sería una opción. Si los plazos de entrega no fueran eternos (la mercancía suele venir de EE. UU.) y si tuviéramos una dirección donde llegara con seguridad. Se puede hacer, ya lo hemos hecho, pero requiere mucha más planificación. Lo mejor es que vengan amigos de visita.
Los amigos tienen ganas de vernos, pero no saben que eso suele significar que les toca ser camellos, sobre todo los que vuelan con equipaje facturado. La lista es larga siempre: filtros de diésel, correas, un móvil (aunque parezca increíble, en Suiza son de mejor calidad y mucho más baratos que aquí), tarjetas de crédito renovadas, permisos de conducir, cartas que necesitan urgentemente una firma, pero que no se aceptan escaneadas, ositos Haribo, ¡chocolate!…
…y un generador de ozono
La humedad de los últimos meses ha dejado huella: se llama moho. Uno limpia todo, cree que por fin está todo listo, y al día siguiente aparece en una nueva esquina. Pero ¿no lo acababa de limpiar?
Las esporas de moho son traicioneras y definitivamente insalubres. La solución más sostenible sería renovarlo todo: sacar los muebles, cambiar la tela del techo, meterlo todo en la lavadora. Pero eso no es una opción, por motivos económicos y por falta de tiempo. Tampoco es lo que queremos, porque por lo demás todo funciona bien. Sobre todo ahora, después de dos semanas usando la máquina de coser de la hermana de Miguel, todo está arreglado.
Incluso tenemos un toldo más bonito y mejor que el original. Hemos utilizado un marco de ventana como sustituto del riel Keder, un cable eléctrico en lugar de una cuerda y una máquina de coser (el sastre no entendía nuestra idea) para coserlo nosotros mismos. Así, todo ha salido como queríamos.

Volvamos al moho
No te preocupes, obviamente no ha desaparecido sin más.
El vinagre de limpieza (y el vinagre blanco normal) es nuestro gran aliado (no existen productos específicos antimoho). A esto se suma el alcohol de limpieza para las cosas que no toleran el ácido. El resto va a la lavadora.
Lo que suena tan sencillo supone «mucho» trabajo. Las lavadoras aquí no son automáticas. Hay que llenarlas de agua, vaciarlas, volver a llenarlas, volver a vaciarlas y así sucesivamente hasta que esté limpia la ropa (dudo de que realmente limpien), y luego hay que centrifugarla poco a poco. Después viene el gran lujo de esta casa: la secadora. Metemos casi todo en ella, al menos seguro que mueren las últimas esporas.
Pero da igual cuánto limpies (hoy por tercera vez el borde inferior), cuánto ventiles y el cuántas cosas seques, no es suficiente. Por eso hemos comprado un aparato de ozono (viene de Suiza). Tampoco es que vaya a ser la panacea, pero si funciona al 70% como dice el productor, al final del viaje deberíamos tener un coche casi sin restos de moho. No, es broma, solo el aire debería tener menos esporas al menos.
Solo las manchas de humedad seguirán allí, pero ya nos ocuparemos de eso cuando volvamos. No vaya a ser que nos aburramos una vez en casa.

